Simplemente, sentarte en la silla vieja y sucia de la terraza, y pensar que detrás de aquel alto edificio espera salir sol impaciente a que la luna ya se duerma, para así poder gritar susurrando que no todo se ha acabado, que todavía te quedan fuerzas para reanudar ese camino emprendido por tu valiente alma antes de la llegada del huracán y decir que ni el miedo ni nada a partir de ahora te detendrán, creo que es una de las mejores cosas que te hace sentir la pimavera.
MI PROPIO CANTO DE SIRENAS
Puedo sentir las caricias del viento en la cara. Puedo oír los aleteos de los pájaros, cerca de la ventana. Puedo notar el calor del sol, al mediodía. Por fin llega lo que durante todo el año más deseo.
Al despertar empiezo a notar los primeros rayos de sol sobre las mejillas, y veo como se desperezan los geranios, y un cosquilleo peculiar me invade y no quiero dejar de sonreír.
Tengo deseos de ser libre. De querer correr hasta alcanzar nuevos horizontes, y poder despertar en el cielo. Volar hasta nuevos prados y oler la hierba y las margaritas, notar cómo las flores florecen y las abejas trabajan.
Querría crecer junto a grandes olivos, y dormir bajo una noche estrellada. Sentir como la naturaleza me da la mano, como me acarician los gorriones el cabello y como las mariposas bailan alrededor de mi cintura.
Perderme sin querer, y a la vez queriendo, en el bosque más lejano del universo, para visitar el lugar donde los árboles cantan, y así poder encontrar ese pedacito perdido, que se esconde en lo más aislado de este mundo, que todo el mundo busca y nadie encuentra. Aquel sitio que te quita el sueño mientras duermes o te hace sonreír cuando lloras, ese rincón llamado paraíso. El cielo en la tierra.
Cerezos que contonean sus frágiles flores al compás de la brisa que camina por los prados suavemente para no despertar a las mariquitas que se posan sobre las rosas que ya empiezan a crecer y que siguen sosteniendo gotas de lluvia de la olvidada tormenta.
Ver las cometas volar en el viento. Ver a los niños sonreír al buen tiempo…
Campos de gira-soles llenos de alegría, campos de amapolas llenos de dulzura, campos llenos de nuevas ilusiones.
Parajes desérticos, pero llenos de vida, donde reluce el trigo, iluminado por los rayos del sol, que espera el momento en que alguna pequeña alma inocente acaricie la dorada espiga.
Esquinas a las puertas de la hermosura, de arena, agua y ternura, donde el mar va y viene y las olas se tragan el duro ruido de la fría estación.
Bellos almendros que florecen en marzo, ruiseñores que enamoran con su canto.
Luciérnagas que lucen en las noches azules del silencio en el rincón más alejado del infinito.
Golondrinas cansadas por largas travesías, que van y vienen entre las nubes de una mañana serena.
Tiempo de alegría, de nuevas esperanzas, de sueños que esperan a ser revividos, de buenos recuerdos junto al cielo en calma.
Tiempo que se marcha para luego regresar y llenar de esperanza a aquellos que la habían perdido con la llegada de ese maldito invierno.
NARRACIÓN: ESTHER SOLÉ
ILUSTRACIÓN: ALBERT ASENSIO NAVARRO, PORTADA DEL LIBRE: NEU DE PRIMAVERA